César y yo, acudimos a la Maratón de Confrides, carrera que discurre íntegramente por las tres cimas de la Serrella, cresteándolas por completo. Gran carrera de César, que debutaba en las maratones de montaña.

La Maratón de Confrides, desde el año pasado que hicieron su primera edición, se convirtió en un objetivo para mí, tenía un significado especial. Por un lado es la montaña que me vio crecer en el pueblo de Millena. Por otro lado, en la subida a la Malla del Llop están mis orígenes en el running, después de una frustrada ruta senderista que hice con unos amigos y me tuve que volver porque no podía con mi alma. Ese día cambio mi chip, al poco tiempo abandoné la vida sedentaria y termine por ponerme unas zapatillas para devorar  kilómetros.

Me inscribí a la 2ª edición de la Maratón junto a César, y juntos empezamos a prepararla. A mediados de marzo quedamos para hacer la primera tirada larga, 30km por el Puig Campana. La segunda tirada larga, la hicimos siguiendo el recorrido de la maratón, hicimos los primeros 22km y buscamos la vuelta de la maratón para volver a Confrides. Ese día termine tocado de la rodilla.

Las siguientes semanas abandone la montaña, para hacer entrenamientos con menos desnivel, pero la rodilla no terminaba de recuperarse. Después de visitar el fisio y dejarme sin ninguna molestia, volví a la montaña y aquí me quede bastante tocado. Tuve que parar por completo durante 10 días al tener molestias para andar y conducir. Se complicaba mi participación en la maratón, así no podía ni planteármelo. Aquí estuve a punto de solicitar mi baja en la maratón.

Empecé a tomar colágeno, a ponerme hielo, y en pocos días mejore bastante. Empecé a reforzar las piernas en casa haciendo spinning y tonificación. Me volví a calzar las zapatillas para probarme. Me fue mejor de lo que esperaba. Retome los entrenamientos a falta de dos semanas para la maratón. Poco a poco iba notando mejoría.

El lunes, antes de la maratón, decidí meterme en la montaña haciendo poco desnivel. Mi rodilla se resintió un poquito. Mal asunto si con 8 km y 280m+, me resiento. Toda la semana estuve con dudas, dependiendo de las sensaciones. Como último intento a la desesperada, me compré una cinta rotuliana y el miércoles la probé haciendo 6k, sensaciones raras y conclusiones no podía sacar ninguna.

El mismo viernes, estaba con dudas de tomar la salida o no. Y si la tomaba, ojala pudiera llegar a Quatretodeta, km 17, donde mi padre iría a verme. Finalmente decidí tomar la salida, y el mismo viernes por la tarde Iván, César y yo fuimos a por los dorsales. 

Llegado el día de la maratón, quedamos a la entrada de La Nucía para ir los tres en un coche. Ahí me enteré de que Iván finalmente no iba. Sabia decisión, ya que él tiene otros retos más importantes y tenía que cuidar su rodilla. Yo estaba lleno de dudas, no sabía cuando mi rodilla me pediría parar. Pero visto lo del entreno del lunes, si llegaba a Quatretondeta ya estaría bien contento.

Llegamos a Confrides César y yo, y como es habitual nos tomamos nuestra dosis de cafeína en el bar. Nos preparamos y nos dirigimos hasta la plaza de Confrides, desde donde partiría la maratón.  Momentos antes de iniciarse la carrera nos tomamos una pastilla de sal.

Empieza la carrera y atravesamos el pueblo, César por delante y unos metros atrás yo. Salimos del pueblo y nos dirigimos para cruzar un pequeño barranco y coger una pista ascendente. Ahí ya he perdido de vista a César. César va a tope, y yo soy un mar de dudas. Enseguida me siento la rodilla ahí, y con la cintilla la sensación es extraña. Sé que no tengo que forzar mucho y con un poco de suerte llegar a Quatretondeta. Dejo escapar la gente que tengo por delante.

Nos metemos por una senda que nos lleva hasta la zona del Rincón del Olvido. Primer avituallamiento, y de ahí nos metemos en una fuerte subida que nos lleva hasta una cresta que debemos atravesar. Después de dejar  la cresta, me doy cuenta que el trazado de la carrera ha cambiado respecto al track que me paso la organización de la carrera. Nos estaban metiendo en una pedrera para subir directamente a la cima del Recingle Alt.

Una vez arriba, el terreno se suaviza y corremos en llano prácticamente. Pero por las características del terreno, me resiento algo de la rodilla. No voy bien, y aún no hemos afrontado el primer descenso. Decido retirarme en Quatretondeta, y bajo un poco más mi ritmo. No defiendo mi posición, estoy fuera de carrera y ahora me toca gestionar mi salida.

Llego al siguiente avituallamiento, en el Recingle Alt. Me hidrato un poco y continuo trotando para iniciar el descenso por toda la cresta. Voy lento, gestionando mi rodilla. Sigo sin defender mi posición, y cada vez que alguien se pone detrás de mí me aparto. Abandonamos la cresta y nos dirigimos a una zona con un fortísimo desnivel donde nos cogemos de donde podemos para descender. Atravesamos una pedrera que nos lleva a una senda con una fuerte bajada.

Ahora me meto en una zona donde la senda tiene poco desnivel y es corredera. Mi rodilla ha aguantado bastante bien, las molestias no han ido a más y lo tengo controlado. Aquí es donde me replanteo no abandonar en Quatretondeta, y seguir adelante. Me tomo una barrita mientras subo un pequeño repecho. Ahora sí, voy defendiendo mi posición, aunque vaya un puntito por debajo del ritmo que llevaría. Es posible que al ir a un ritmo suave, este ayudando a la rodilla para que no salte el dolor. Después de unos pocos kilómetros llego bastante bien al avituallamiento de Quatretondeta, y allí esta mi padre. Me hidrato, me como un trozo de plátano y continuo adelante.

Me dirigó ya para iniciar el ascenso a la segunda cima, el Plà de la Casa. Mi mente ya empieza a cambiar y me centro en la carrera. Cojo a dos corredores, por fin empiezo a adelantar a alguien. Durante 1km voy con ellos hablando, y en el momento que empieza de verdad el ascenso me los dejo atrás. Más adelante, la pista se convierte en un sendero y veo a lo lejos a los dos corredores que había dejado atrás. Por delante de mi no veo a nadie hasta que no llego a una pedrera. Aquí veo un grupo de corredores.

Justo después de atravesar la pedrera alcanzo a dos corredores. Uno de ellos se llama Juan Miguel y está tocado de la rodilla, ¡vaya casualidad! Voy con ellos hasta la Font Roja, donde cambio el agua de una botella, para tenerla fresca. Me dejo atrás a estos dos corredores y me dirijo hasta el avituallamiento del Coll de Borrel. Allí alcanzo a una corredora, y mientras me como un plátano y descanso un poco llegan los corredores que acababa de dejar atrás. También llegan otros corredores.

Me pongo nuevamente en marcha, y me dirijo a hacer lo más difícil del ascenso al Plà de la Casa. Me pongo en cabeza y lidero el ascenso con un grupo de corredores.  Llegamos arriba y empezamos a trotar por la llanura de esta cima, por un paisaje que se asemeja a los Pirineos. Atravesamos la llanura e iniciamos el descenso por una senda técnica. Llego bien de la rodilla a este punto, y mi descenso lo hago tranquilito, sin forzar. Aquí temía que me iban a adelantar todos, y resulta que no. Únicamente me sigue la corredora, y el resto del grupo se ha quedado atrás. Le ofrezco pasar a la corredora, ya que le puedo estar frenando, y me dice que va bien. Poco después esquivando una piedra puntiaguda, piso mal, se me sube el gemelo y me tengo que parar. Aquí la corredora me adelanta. Pronto me reincorporo y sigo a esta corredora. Ambos llevamos un ritmo idéntico.

Llegamos a una fuente, y cambiamos el agua de un bidón. Seguimos el descenso ya por una senda más corredera. Llegamos a las inmediaciones de Fageca, donde cogemos un camino para ir hacía Famorca. Voy junto con la corredora que me acompaña desde el Plà de la Casa, vamos hablando y así entretengo la mente y se hace más llevadero.

Llegamos a Famorca, y en el avituallamiento me hidrato, cambio el agua y me como un sándwich de nocilla. Me pongo en marcha junto con la corredora e iniciamos el ascenso a la Malla del Llop. Al poco tiempo abandonamos el camino y cogemos un sendero. Aquí se queda atrás la corredora que me acompañaba desde hacía ya unos cuantos kilómetros. Prefiero mantener mi ritmo aunque tenga que ir solo. Al poco tiempo, ya no veo a nadie ni por abajo ni por arriba. Un poco más adelante, veo a alguien allá abajo que me va siguiendo, y justo en ese momento veo a alguien por arriba.  El corredor que me persigue me está pillando, y yo voy pillando al que tengo delante. Sigo con mi ritmo de ascenso, sin cambiarlo.

A mitad del ascenso el terreno se suaviza y encuentro una fuente. Allí estaba refrescándose el corredor que tenía por delante de mí. Hay un pequeño cubo que lleno de agua y me lo hecho en la cabeza. En ese momento, llega el corredor que me estaba persiguiendo. Cambio de nuevo el agua a una de las botellas y continuo la marcha. El corredor que me perseguía ya se había marchado, y el que tenía por delante de mí lo dejo atrás.

A los pocos metros miro el GPS llevaba ya 6h, y me doy cuenta que en nada me quedaré sin batería. Me detengo y pongo el reloj en la mochila cargando. El corredor que había dejado atrás me adelanta.

Reinicio el ascenso a la Malla del Llop, y tengo por delante de mí a los dos corredores que no les pierdo de vista. Después de una intensa cuesta, el sendero da un pequeño descanso con una bajadita y una zona llana. Estoy atravesando La Canal de la Serrella. Este tramo decido hacerlo andando, me niego a correr hasta que no corone la Malla del Llop.

Después de atravesar esta zona llana, iniciamos el último tramo del ascenso a la Malla del Llop. En este momento, adelanto al corredor que me había adelantando al pararme a cargar el GPS. 

Llegando a la cresta de la Malla del Llop, me giro y me veo pisándome los talones a la corredora que me había acompañado desde el Plà de la Casa. Llego al vértice geodésico y por fin me pongo a trotar, la senda ya es ligeramente descendente.

A mitad de la cresta, la corredora me alcanza y junto con ella termino de crestear la Malla del Llop. Por delante, no muy lejos está el corredor que me había adelantado en la fuente.

A estas alturas noto que la rodilla está algo más cargada, necesito gestionar bien el descenso que estoy a punto de realizar. Inicio el descenso junto a la corredora. Esta vez mi ritmo es más lento que el de la corredora, que pronto me deja atrás. La senda se pone fea, mucha pendiente, piedras y tierra suelta. Se me ocurre ponerme de cuclillas y arrastrar los pies para bajar….¡¡¡IMPOSIBLE!!! Se me encalambran las dos piernas. Bajo este tramo como puedo y me meto en una pedrera, y ahora sí que bajo a gusto, dando pasos largos y medio saltando, dejándome caer por entre las piedras.

Al llegar abajo a un collado, los dos que tenía por delante los he perdido de vista. Continuo por la senda, y justo cuando empieza la senda nuevamente a descender me veo por delante al corredor. La corredora que me había acompañado kilómetros atrás, ya no estaba. En ese momento se me mete una piedra en la zapatilla, y decido parar para quitármela. Aprovecho para ponerme nuevamente el reloj y tener datos de GPS.

Reanudo mi descenso por la senda. Al rato abandono la senda para coger un camino, y allá al final de la recta me veo nuevamente al corredor. Voy a por él. Y de repente, en una zona sin complicaciones, tropiezo y me caigo al suelo. Las dos piernas se me encalambran, me levanto como puedo, reanudo mi marcha al trote y en poco tiempo recupero mis piernas.

Momentos después llego al avituallamiento de Racó de Llosa, allí estaba el corredor al que perseguía. No pierdo el humor y pregunto si hace mucho que ha pasado el primero, jajaja. Me hidrato, cambio el agua y me como una gominola. Inicio mi marcha. Al poco tiempo alcanzo al corredor que tenía por delante, justo el que me había adelantado en el ascenso. Continúo mi trote bajando y acercándome al Abdet. No paro de mirar el reloj, queriendo ver que pasen rápidos los kilómetros.

Poco después llego al Abdet, ultimo avituallamiento. Bebo, cambio el agua para tenerla fresquita y reanudo mi marcha hacía Confrides. No queda mucho, pero hay que subir. La primera parte la hago al trote, es zona llana. Más adelante, cuando se cruza el barranco, ya se pone fea la cosa, por la pendiente. Toca andar.

Poco después veo ya Confrides, lo tengo ahí delante. Atravieso la carretera y me meto dentro del pueblo. Al girar una esquina, me veo en mitad de la cuesta a César tumbado en la acera y se reincorpora para animarme. El pobre se habrá cansado de esperarme. Me acompaña hasta casi llegar a la meta, donde me pongo a trotar y entro en meta corriendo. Finalmente mi tiempo: 8h 16’, cuando nunca imagine que la terminaría por todo el calvario con la rodilla. Y como no, gran debut de César en la maratón de montaña, con un tiempazo de 6h 23’.

Después de 43km y 2700m+, que momentos más buenos relajándose y contándose mil y una batallas con César, tomando una cerveza y un bocata de jamón.

Gran satisfacción por haber terminado mi tercera maratón. Y puede que la más dura de las que he disputado.  Eso sí, el recorrido de lo mejorcito. Volveré por estos lugares.